Me resulta increíble ver cómo a mediados de noviembre te puedes sentar a ver las hojas amarillas en los árboles o ya caídas en el suelo mientras disfrutas del sol. Pero un sol que calienta como en mayo, del que deja tu piel calentita y la mente despejada.
Mientras disfrutaba en tirantes al sol me he dado cuenta de cómo en mitad del verano esta escena se repite una y otra vez hasta el punto de que casi ni eres consciente de que estás al sol y de que este sol está nutriendo tu cuerpo.
Cuando nos acostumbramos a algo lo damos por sentado y se nos olvida agradecerlo, se nos olvida vivirlo como nuevo y apreciarlo en toda su forma. Del mismo modo que con el sol damos por cierto e inamovible la presencia de personas en nuestra vida, de ciertos lugares, bienes materiales e incluso emociones y pensamientos, olvidándonos de que todo ello es impermanente y efímero.
Recordar a cada instante la gran suerte que tenemos de estar aquí y ahora, de recibir todos y cada uno de los regalos que nos ofrece la vida en cualquiera de sus formas y agradecer poder vivirlo y poder tener la capacidad de percibirlo.
Muchas gracias y perdón,
Ojalá todos los seres seamos felices,
Ojalá cese el sufrimiento y sus causas,
Pueda yo hacerlo!
